Café Montaigne 20
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TEMAS
Se cumplen 50 años de la grabación del primer sencillo de ‘The Doors’ y hay que recordar la verdadera esencia del rock a través de una de sus grandes figuras: el poeta, gurú, Dios y demonio, Jim Morrison.
Lo he escrito antes: aunque es difícil creerlo ahora, hubo una época –reciente por cierto– en que los roqueros, cantantes de jazz y soul daban miedo. Apostaban la vida en cada gira, se atiborraban de todas las drogas y todo el alcohol posible y sí, efectivamente, morían jóvenes ante el tren de vida que llevaban. Hubo un tiempo en que los buenos roqueros daban miedo. Hoy la mayoría dan lástima. Época gloriosa la de Jim Morrison, Janis Joplin, e incluso, buenos años los de Kurt Cobain y los de Amy Winehouse. Éstos llevaban su vida hasta los límites de la vida misma y, claro, desembocaban brutalmente en la muerte: su leyenda es tal, que seguimos hablando de ellos decenas de años después e hicieron suyo el aforismo: “Muere joven, ten un cadáver hermoso, sé inmortal.”
Hoy el mundo de la farándula, el mundo del rock and roll está plagado de figuras anoréxicas, cantantes descafeinados que piden orar y comprometerse con causas tan bizarras como el calentamiento global, el cáncer de pulmón e insultar al villano favorito del mundo: Donald Trump; estas “buenas gentes”, invitan a proteger a los cervatillos asustados de algún bosque o, de plano, proteger el hábitat del oso panda.
Basura. Es el caso de grupos y “cantantes” como Maná, Juanes y Shakira, los cuales abonan la semilla de lo políticamente correcto y decente.
Por el otro lado, apenas un puñado de roqueros y cantantes de pop, blues, soul y jazz sigue con el espíritu vivo y los cinco sentidos dispuestos a perderse en una parranda, una dosis letal de drogas o bien, tendidos en una calle, luego de saltar de algún hotel, atiborrados de ginebra y anfetaminas. Poco a poco se han acabado los buenos roqueros y cantantes que tenían sangre en las venas y genio en las manos y en la voz, los cuales en cada actuación dejaban jirones de su vida y sin más pretensiones que el canto y la música misma. Es el caso de tres habitantes del oscuro mundo de las drogas, el alcohol y la buena música: Jim Morrison, Sarah Vaughan y esa mujer de jazz y soul, la cual cantaba con un solo pulmón, debido a su proverbial vicio por el tabaco: la inglesa Amy Winehouse. Nacieron para cantar y para ser libres, lejos de la vida fresa que hoy pregonan artistas que se alimentan de agua y alpiste. Este liminar viene a cuento para celebrar en dos columnas, no con café, sino con una buena botella de ron o de vodka, la que usted elija, la aparición en escena hace 50 años (inicios de 1967) de la grabación del primer sencillo, “Break on Through”, de una banda norteamericana la cual vino a revolucionar el sonido del rock e incluso, su misma esencia, “The Doors.”
Esquina-bajan
Y adentro (o afuera, según sea su enfoque) de estas puertas, las cuales abren y cierran a discreción otros mundos, otros ámbitos (“Las puertas de la percepción”, ensayo de Aldous Huxley fue el libro que abonó precisamente su bautizo de fuego), habitó ese poeta y gurú considerado Dios y demonio al mismo tiempo, Jim Morrison. Junto con John Densmore (batería), Robbie Krieger (guitarra) y al piano y teclados el incomparable Ray Manzarek, Morrison irrumpió en la escena desde 1966, pero su grabación data de 1967. 50 años, un aniversario del cual aquí en Coahuila, debido a las autoridades miopes de cultura (levanta la mano y rápido, Ana Sofía García Camil) que dirigen los destinos oficiales, estará ausente la celebración por semejante acontecimiento musical. Nada nuevo, por lo demás.
La que fue huésped distinguida de las clínicas de rehabilitación inglesas, Amy Winehouse, bebió todo el tiempo y a su huracanado paso la diva se atiborraba de cuanto trago cercano encontraba. Su talento era del tamaño de su apuesta de vida, terminó uniéndose por méritos propios en el selecto Club de los 27. Esos hombres y mujeres prófugos del cielo y del infierno (William Blake dixit), los cuales abandonaron la vida terrena a esa edad en que la existencia es una hoguera. Jim, ahora se sabe, murió por una sobredosis de heroína (1971) la cual le fue suministrada por un aristócrata de entonces, que a la vez, murió en Marruecos de idéntica forma, un tal Jean de Breteuil. La noticia le dio la vuelta al mundo en su momento (2000).
Lo bien cierto es que en aquel año de su infausta muerte, a Jim Morrison (había estudiado cine en UCLA, junto con el pianista Manzarek, no eran cualquier mercachifle, pues) no se le hizo autopsia alguna y sus propios compañeros de la banda no fueron a su entierro. La leyenda negra iniciaba. También la eternidad. Si la Academia Sueca de Artes le otorgó el Nobel de Literatura a Bob Dylan, no habrá objeción alguna si se le otorga post-mortem el premio a un muchacho que tenía tesitura de barítono, más cercano y fiel a Frank Sinatra que a ese otro demonio llamado Elvis Presley.
Letras minúsculas
“Encontré una isla en tus brazos/ un país en tus ojos…” rezan los versos de su primer sencillo el cual los llevaría a la gloria. ¡Brindemos por Jim!