La Pascua en puerta
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Jesús como una basura.
Desvelado, herido de espinas en las sienes, flagelado, escupido, burlado, insultado, abofeteado. Como una basura. En el último lugar, sin derecho respetado ni defensa, a merced de los falsos acusadores.
Declarado blasfemo por igualarse a Dios y sedicioso por declararse rey. Afirmó su reino ante Pilato (“tú lo has dicho”). No negó su identidad ante los que lo buscaban: “Yo soy”. Y después, cargado con el madero, en camino hacia el Gólgota. Y ahí la sangrienta crucifixión que lo dejó colgado entre el cielo y la tierra para seguir oyendo diatribas y burlas.
Desde el dolor, dio perdón a ofensores y cielo al ladrón arrepentido, dio una madre a Juan y en él a la humanidad. Dio, en Juan, un hijo a su madre. Dio un sí a su Padre consumando todo. Creyeron que llamaba a Elías y sólo decía las primeras palabras del salmo 21 que pasa del clamor a la confianza. Desde la cruz, como en el pozo de Sicar, pidió de beber.
Él podía dar el agua viva como manantial que salta hasta la vida eterna, pero le dieron vinagre en una esponja, prendida en la punta de una pértiga. “El que tenga sed venga a Mí y beba”, había antes gritado frente a una multitud. Y ahora, Él era el sediento con pies que no podían dar paso hacia el manantial.
Entregó el espíritu y allí murió la muerte. Estaba dejando el lugar a la Pascua. Así como Eva brotó del costado de Adán, ahora brotan por la herida de la lanza, el agua bautismal y la sangre eucarística, centro y eje de la comunidad de fe, de vida y de amor.
El sábado ya no es de gloria, sino día santo que espera el estallido gozoso de la victoria pascual. Se va el triduo sacro y seguirán 50 días de alegría por el júbilo de la resurrección. Seguirán en la vida el día y la noche, la luz y las tinieblas, el trigo y la cizaña, la verdad y la mentira, el amor y el odio, la guerra y la paz, la cruz sacrifical y los sepulcros vacíos.
La fe anuncia a Cristo vivo, presente y actuante en esta época de grandes oportunidades, de desafíos atrayentes, de tareas espléndidas.
Lo esencial será lo cercano, lo pequeño y lo inmediato porque en la Creación todas las inmensidades están hechas de partículas diminutas, y los siglos y las épocas están construidas con minutos hechos momentos presentes.
Esperemos en primavera la Pascua personal, familiar, institucional, nacional y mundial con una esperanza que sea la madre de las esperanzas, no sólo por su tamaño, sino por su capacidad de dar vida y construir...