‘No-man’s land’
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Más allá de ver la Navidad como un evento de regalos y cenas, es una época para buscarnos, redescubrirnos, transformar nuestro interior y ver la vida de diferente manera
Pronto conmemoraremos la navidad por tanto deseo, de nueva cuenta, compartir una de las historias más conmovedoras y hermosas de esta época, inspirada en un evento humanamente trascendental, -vibrante diría yo- que ocurrió durante la primera guerra mundial y, desde entonces, ha sido motivo de reflexión y análisis.
Es un acontecimiento auténtico, documentado, que habla de la fuerza que puede tener la navidad para humanizar y sensibilizar el corazón de las personas.
TENDER LA MANO
Me refiero a una singular tregua, tal vez la única en su género. Sucedió en pleno combate entre los ingleses y alemanes, en algún instante de la víspera de aquél 25 de diciembre de 1914.
Fue un acontecimiento espontáneo, como suelen ser los milagros. Nadie sabe cómo se generó. Se estima que fueron los alemanes quiénes fueron primeros en tender la mano, pero es inexplicable el motivo por el cual este fenómeno se recreó en la mayor parte del frente, ya que había la orden expresa, por parte de las autoridades supremas de ambos contingentes, de no fraternizar con el enemigo durante la navidad.
MOMENTO DE PAZ
Diciembre de 1914, la primera navidad de la Primera Guerra Mundial. Y ahí, justo en medio de las trincheras, los enemigos milagrosamente se estrecharon las manos, se intercambiaron cigarros, alimentos, cerveza y whisky. Se brindó y se entonaron cantos. Por un momento la guerra quedó en el olvido, inmovilizada, el odio y la violencia desaparecieron. Ahí, entre el lodo, el frío y los aún humeantes desechos del enfrentamiento de apenas unas horas antes, se produjo el gran milagro: un auténtico encuentro humano, en cada rostro enemigo los enemigos reconocieron a su propia humanidad. La trinchera se convirtió en Belén, y ahí Jesús espontáneamente volvió a nacer.
Se sabe que en ese tiempo los soldados ingleses estaban muy nerviosos, a la expectativa, pues tenían un comunicado de la inteligencia militar que había sido despachado precisamente el día 24 de diciembre que los alertaba: “informes fidedignos indican como posible que el enemigo planee un ataque para las noches de Navidad o Año Nuevo. Se debe mantener una vigilancia especial en esas fechas”, lo que indica que todo estaba dispuesto para otra encarnizada lucha, motivo por el cual mucho más extraño fue el fenómeno que espontáneamente se suscitó.
Los alemanes católicos, unos años antes, habían empezado con la costumbre de llevar árboles de navidad a sus casas para celebrar el nacimiento de Cristo. Siguiendo con esta tradición el ejército germano envió, en vísperas de la navidad, arbolitos a las tropas del frente.
En un punto del frente el regimiento alemán adornó con luces varios de los árboles navideños, pero del otro lado, los soldados del regimiento inglés, al ver las luces, pensaron que era el inicio del esperado ataque y empezaron a disparar. Sin embargo, los ingleses se desconcertaron: los alemanes en esta ocasión no respondieron al fuego.
Este fue el preludio del fenómeno referido que se inició en algún momento de la noche navideña, según lo relataron varios testigos: “el frente estaba en total silencio. Sólo se oían esporádicos cantos navideños provenientes del lado germano”.
Pero el asombro fue aún mayor. Más tarde, los azorados escoceses oyeron voces que los llamaban desde el lado germano, en un inglés con un fuerte acento. La propuesta que gritaban los soldados era muy sencilla: “You no shoot, we no shoot” (Si ustedes no disparan, nosotros no disparamos).
CERVEZA Y CIGARROS
En general, fueron los alemanes quines encabezaban las informales propuestas de paz. En otros lugares del frente los soldados desplegaban carteles con la leyenda “Merry Christmas” (feliz navidad). Algunos soldados alemanes se animaron a salir al descubierto, en la madrugada, para dar regalos a los asombrados ingleses que respondieron de la misma manera.
El efecto se multiplicó. Al amanecer del día 25, los oficiales de los batallones no daban crédito a sus ojos. En la terrorífica tierra de nadie (“no-man’s land”) decenas de soldados espontáneamente salían de las trincheras, totalmente desarmados, para estrechar las manos de sus enemigos e intercambiar todo tipo de obsequios: chocolates, cigarros, botones, cerveza, cognac, diarios, incluso fotografías familiares. Se sabe que el regimiento alemán le regaló a los escoceses un tonel de cerveza, en muestra de buena voluntad.
Esta informal tregua se extendió en el frente por 800 kilómetros en donde más de un millón de soldados se encontraban atrincherados (desde Bélgica hasta la frontera con Suiza); se tiene documentado que esta tregua fue especialmente cálida en un tramo de 48 kilómetros alrededor del poblado Ypres (Bélgica), en donde al parecer se organizaron partidos de fútbol con pelotas improvisadas.
La mañana del 26 terminó la tregua, aunque en algunos lugares duró hasta fin de año.
EL LUGAR DE LA NATIVIDAD
El aprendizaje derivado de esta sorprendente tregua es fecundo: es posible la paz y fraternidad cuando hay diálogo, cuando nos reconocemos como personas en las otras personas. La navidad es más que regalos y cenas, es una época de buscarnos como seres humanos: indigentes, desprovistos, pequeños. Pero también es espacio propicio para descubrir una sorprendente paradoja: en esa indigencia se encuentra la fuerza que puede trasformar nuestro interior y de cambiar para bien a nuestro medio ambiente inmediato, porque en ella reside todo amor fecundo, el que tiene su origen en Belén.
SABER AGACHARSE
En relación a Belén, Martín Descalzo comenta: “quienes han visitado Belén lo saben: la única entrada de acceso a la Basílica de la Natividad es una portezuela de poco más de un metro y medio de altura, por la que sólo se puede penetrar o siendo niño o agachándose. Y el hombre aún no ha aprendido a crecer agachándose. No sabe que a Dios sólo se llega por la puerta del asombro. No por la de la grandeza, sino por la de la pequeñez. No por la de las enormes y sabias teorías, sino por la del silencio”.
Todos los días padecemos la violencia y la inseguridad, pero podríamos también saber que el verdadero enemigo no es necesariamente el que se encuentra enfrente, tal como lo constataron los soldados que, en 1914, hicieron de la guerra una insólita tregua en un día de navidad, podríamos entonces descubrir que en la mirada de los otros se encuentra la majestuosa presencia de Dios.
Para arribar a esas alturas es necesario hacernos pequeños, guardar silencio, desarroparnos de la soberbia, la indiferencia y el miedo, es preciso conocer el origen y practicar el sentido del mensaje de la persona-Dios que hace veinte siglos nació pobrísimo en Belén, y entonces, a partir de esta gran realidad, atrevernos a humanizar nuestro endurecido y metalizado corazón. ¡Feliz Navidad!
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo