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No sé de qué calibre sería el mamotreto resultante, pero está claro que el Gobernador, Rubén Moreira, debe escribir un libro al finalizar su sexenio.
Ya en los albores de su mandato, el jefe del Ejecutivo Estatal nos “regaló” el volumen “Mucho Más Temprano que Tarde” (éxito editorial, ya que hoy es imposible conseguirlo), en el que se compendian sus mejores textos periodísticos (no me pregunte cuáles, que yo me quedé igual de pasmado que usted).
Sin embargo, yo estimo que es hasta una obligación moral que al concluir su gestión, el Góber se siente frente a la vieja Remington y a golpe de teclas nos escriba las “Frases que No Debí Decir Durante mi Sexenio” (2018. Editorial Vasque Shuttas).
Ya le digo, estoy seguro que aun siendo escrupuloso y selectivo, le va a resultar una obra de respetables dimensiones, a menos que publique en formato de fascículos coleccionables: “¡Ya salió el volumen 38! ¡Por fin completamos el primer año de su administración!”.
“Frases que No Debí Decir Durante mi Sexenio” sería por supuesto algo más que una desafortunada colección de fallidos aforismos. Cada una de estas perlas debe venir perfectamente ubicada en tiempo y lugar, con el debido sustento documental. Por supuesto, las infaltables notas del editor de la obra (sugerencias) y el comentario de nuestro insigne estadista; además de anexo fotográfico y apéndice bibliográfico.
Allí quedarán consignados, para las futuras generaciones, todos los infortunios discursivos del sexenio que, haciendo honor a la verdad, han sido los menos perniciosos y los únicos que en verdad nos hacen reír, ya que del resto… mejor ni hablar.
“Torreón está a toda madre. Ya nada más falta que el Santos gane”. Esta fina pieza de oratoria, que es una mentada de madre a los ciudadanos, envuelta en oropel de optimismo y rematada con un precioso moñito de procacidad merece, por ejemplo, su propio capítulo. Y así otras de igual finura tales como “El pedo de la inseguridad comenzó con el PAN”, o “… llevamos 136 mil empleos ¡Esas son cifras, no chingaderas!”.
Pero no me malinterprete, por favor. El criterio para la selección de frases en el compendio aquí propuesto no está en función de su ordinariez o vulgaridad, sino estrictamente de su desatino político.
Por lo que la fanfarronada de “De la seguridad me encargo yo” (mientras se le fugaba un centenar de reos en Piedras Negras), o el dislate “Ya le hemos dado la vuelta a la página”, refiriéndose a –o más bien negando– la gravedad de la Megadeuda heredada por su hermanito, ameritan igualmente ser inmortalizadas en esta biblia del despropósito.
En el ocaso de su imperio, nuestro reyezuelo acaba de sumarle más tinta a “Frases que No Debí Decir Durante mi Sexenio” y, como ya es su costumbre, se lució. Cuestionado, precisamente, sobre su futuro al término de su mandato, Moreira Valdés dijo:
“No sé, pero sí tengo que trabajar, porque para vivir tengo que trabajar, yo no creo que mi esposa me mantenga mucho rato”, dijo con su natural don para hacer bromas y agregó: “No, yo creo que primero habrá que ver cómo vienen las cosas; yo estudié para abogado, esa es una opción que tenemos, o la única opción que tengo, entonces ya a lo mejor me ven litigando por ahí”.
¿Y por qué este segmento de entrevista habría de tener un lugar junto con las otras muchas gansadas que debió haberse (habernos) ahorrado durante su reinado?
Hay que obviar primero su paupérrima vena cómica que, como a cualquier priísta, se le secó desde que decidió venderle su alma a Sauron. Concentrémonos en la parte donde afirma que lo más probable es que, al término de su administración, se le vea “litigando por ahí”.
Sepa el aún desgobernador coahuilense que, además de sus estudios en Derecho (que están en tela de duda gracias a una colaboración de mi colega Luis Carlos Plata), para ejercer la abogacía o cualquier profesión se necesita un mínimo de prestigio.
¿Qué clase de litigante –me pregunto– podría resultar de alguien que ha consentido en su gestión a un montón de empresas fantasma en calidad de proveedoras y a gente como María Esther Monsiváis?
¿Qué podríamos esperar de un abogado que es tan eficiente para negociarnos un adeudo que, tras su intervención, es todavía más cuantioso pese a haber pagado casi un tercio de esta deuda en meros intereses?
¿Qué decir de un abogado cuyo último cargo fue un impúdico acto de nepotismo?
¿En serio piensa dedicarse a litigar, don Rubén? Porque con la fama que le precede, muy pronto se va a hacer de una reputación de trinquetero.
O sólo que esa sea exactamente su tirada: Ser el consultor jurídico de todos los rufianes y organizaciones mañosas de por aquí (que bien que abundan). Allí sí, para que vea, sus credenciales (o la falta de éstas) le van a conseguir tanta chamba que va a necesitar abrir un despacho con todos sus colaboradores. Y nunca tendrá ya que depender de su consorte (ni tampoco del exiguo tesoro coahuilense).
¿Así que piensa dedicarse a litigar? Pues permítame externar mi reticencia en el ciber-argot de las redes sociales: “¡Baia, baia!”.
¡Interesante! Cuéntenos más… cuéntenos las muelas.
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